Apuntes sobre la situación de la enseñanza de T&I

Para empezar, destaco este fragmento que, aunque no es muy reciente (2000), me parece interesante y válido. Seguro que somos muchos los que nos hemos preguntado alguna vez qué criterios siguen los profesores para corregir un examen de traducción (tan subjetivas, a veces, las razones…).

The method of penalization of errors must be previously established, using clear criteria, and placing emphasis on the lack of coherence, especially regarding meaning and sense, whether it is due to faulty translation, missing items or the wrong application of lexical, semantic, grammatical, graphemic and/or cultural transfer. I suggest being drastic with text omissions, but I find it important to point out to the students all the positive aspects of meaning of her/his translation. [CONSTANZA GERDING-SALAS, Teaching Translation: Problems and Solutions, Translation Journal, Volume 4, No.3 July 2000]

Con relación a lo que apuntaba en la publicación anterior, que tiene que ver con la fusión entre la Filología y la Traducción, me gustaría destacar la importancia de estudiar en profundidad todo lo que tenga que ver con las lenguas con las que trabajamos. Y cuando digo todo, es todo. He escuchado ya en varias ocasiones: ¿Para qué queremos saber quién fue el rey X del siglo Y?, o ¿Para qué le servirá a un traductor saber lo que decía Saussure acerca del signo lingüístico? Pues bien, pueden tener razón o no, según cómo se mire. En mi afán interior de buscar la flaqueza y encontrar un remedio, me encuentro con un panorama poco alentador. Para tener un conocimiento amplio de todo lo que rodea a las lenguas en cuestión, hace falta esto y más. Ya que, en definitiva, la tarea del traductor es trasladarse al lugar de origen del texto, convertirse en un personaje más dentro de ese escenario e interpretar lo que allí sucede. O lo que es lo mismo, desenvolverse en ese territorio como en el suyo propio.

Ahora bien, ¿es posible aprender tal profundidad a lo largo de la carrera? Quizá sea escaso el tiempo. O quizá los medios sean insuficientes: es evidente que necesitamos más facilidades para la movilidad, ya que es indispensable para la calidad de nuestro trabajo (más y mejores becas, acuerdos internacionales, prácticas, etc.). También es evidente que las clases prácticas -muchas en nuestro caso- deberían tener un número de alumnos razonable. Muy por supuesto, esto se soluciona aumentado la plantilla de profesores, y no dificultando el acceso. Estamos cansados de escuchar que a traducir se aprende traduciendo. Por tanto, no es lógico que se tarde el doble de tiempo en traducir un texto porque la cantidad de alumnos sea el doble de lo debido. Así, el resultado final es la dominación de una o dos versiones, que se imponen sobre las demás voces silenciosas que no tienen cabida. De ahí la importancia de ampliar y cuidar al profesorado, tan mal valorado. Por favor, cuiden sobre todo a los buenos profesores, que valen por mil.

Me gustaría poner énfasis en esta última cuestión, porque considero muy importante recibir un número de horas prácticas (reales) suficientes. Necesarias para no salir a medias, para que la traducción y/o interpretación en la carrera no sea una simple muestra del mundo que nos espera, sino una experiencia lo más amplia posible para enfrentarnos con más soltura a la dura realidad. Ahora bien, ¿qué podemos hacer los afectados para solucionar esto? ¿cómo?

Aún no se han desbordado las conexiones en mi cerebro por tener que sacar adelante traducciones y más traducciones. Siento la necesidad imperiosa de buscar y rebuscar palabras, sentidos, expresiones; leerlas, releerlas, corregirlas, que me corrijan, darles forma, por arriba, por abajo, darles la vuelta; y aún se escapa otra palabra que no encaja, mimarla, dejarla reposar, y alimentarla hasta que dé su fruto deseado. Y después, por fin, sentir ese estado de plenitud incomparable. Pura pasión, que no se agote.

Un saludo a tod@s,
Guadalupe Muñoz.

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